La Hermandad de la Daga Negra 08 - Amante Mio by J.R. Ward

La Hermandad de la Daga Negra 08 - Amante Mio by J.R. Ward

autor:J.R. Ward
La lengua: spa
Format: mobi
Tags: Sobrenatural, Fantasia Oscura, Romántica
editor: Punto de Lectura
publicado: 2010-07-10T11:30:49+00:00


* * *

Fuera entre los campos de maíz, Lash conducía por la senda de tierra hacia la granja. Tenía su cobertura psíquica en su lugar para que el Omega y su nuevo juguetito no pudieran tener la mira puesta sobre él y llevaba puesta una gorra de béisbol y un impermeable con el cuello levantado y un par de guantes.

Se sentía como el Hombre Invisible.

Joder, desearía ser invisible. Odiaba mirarse y después de un par de horas esperando ver qué más iba a desprenderse en su descenso a la muerte en vida, no estaba seguro de si sentirse aliviado de que pareciera haberse estancado.

En este punto estaba sólo medio fundido: los músculos todavía le colgaban de los huesos.

A medio kilómetro de su destino, aparcó el Mercedes en una arboleda de pinos y salió. Como sus poderes estaban siendo utilizados para mantenerle enmascarado, no le quedaba nada con lo que desmaterializarse.

Así que fue un paseo puñeteramente largo hasta el jodido agujero de mierda y se resintió hasta los cojones de tener que trabajar tan duramente para mover su cuerpo.

Pero cuando subió a la casa de tablones se vio golpeado por una oleada de energía. Había tres coches de camellos en el camino de entrada… todos los cuales reconoció. Los transportes a lo Willy Loman eran propiedad de la Sociedad Lessening.

¿Y sabes qué?, el lugar estaba abarrotado. Había como unos veinte tipos dentro y muchos más siguiendo la fiesta: a través de las ventanas, podía ver los barriles y las botellas de licor y por todas partes los cabrones estaban encendiendo pipas y esnifando Dios sabía qué.

Dónde estaba el pequeño bastardo.

Oh… un sentido de la oportunidad perfecto. Un cuarto coche se detuvo y no era como los otros tres. El trabajo de pintura hortera de corredor callejero era probablemente tan caro como la máquina de coser trucada que había bajo el capó y el brillo de neón en el parachoques que hacía que pareciera que estuviera aterrizando. El crío salió de detrás del volante y vaya por Dios, también estaba muy pasado de rosca; había conseguido un par de vaqueros nuevos y una chaqueta guay de cuero Affliction y encendía sus cigarrillos con algo dorado.

Bueno, esto iba ser la prueba.

Si el crío entraba y se unía a la fiesta, Lash habría estado equivocado sobre la inteligencia del gilipollas… y el Omega no habría conseguido nada excepto un buen polvo. Pero si Lash tenía razón y el HDP llevaba dentro algo más que eso, la fiesta se iba a poner interesante.

Lash se cerró las solapas sobre la herida abierta que ahora tenía por cuello e intentó ignorar cuan celoso estaba. Había estado en el lugar dulce donde estaba ahora ese crío. Deleitándose en el yo-soy-especial y asumiendo que ese brillo duraría para siempre. Pero como fuera. Si el Omega estaba dispuesto a lanzar a la cuneta de una patada a su propia sangre y carne, ese pedazo de mierda anteriormente humano no iba a durar mucho.

Cuando uno de los borrachos de dentro miró



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